I.
Ayer por andar baile y baile las canciones de
Jorge Pedro en el Malva Club, dejé mi bolsa en un silloncito, y zaz que me la roban. Ash. Afortunadamente no traía nada de valor-valor, sólo un paraguas de 20 pesos que compré en Metro Chapultepec,
una libreta de
Ugly Dolls bien chida pero recomprable y con datos anotados que se pueden recuperar, mis tarjetas –ya canceladas–, mi licencia de conducir (jaja, y yo que manejo tanto) reposicionable en la Comer,
Se está haciendo tarde de José Agustín (mjmjmj, me lo tengo que comprar de nuevo, iba a la mitá), mis píldoras anticonceptivas (¡uy!), unas facturas, mi latita de Vick Vaporub, unos bálsamos labiales sabor chocolate, y mis llaves de colorcitos (sniff). Lo que más me dolió fue la carta del señor bigotón de la que hablo en
este post, bujuju. También mi credencial de colaboradora de El Universal, que no me servía para nada pero me veía bonita en la foto; mis membresías (Videódromo, Blockbuster, Sam's Club) y un montón de tarjetas de presentación de lavanderías y cosas así.
Pero bueno. No me robaron ni mi cámara, ni mi teléfono, ni mi antiguo teléfono –porque a falta de cámara con flash lo saqué y lo traía en el bolsillo de mi vestido de bolitas. Tampoco alguno de los libros que me acababa de comprar, ni mis recibos de honorarios, ni mis santos de bolsillo, ni mi credencial del gimnasio, ni la dignidatssss.
Además, no cambio la noche por nada. Me la pasé INCREÍBLE. Conocí al fin a
Fernando Chairo (el que lee cinco periódicos a la semana en
Los Chairos, jojojo), quien fue la revelación metabloguística de la temporada; me reencontré inesperadamente con
mi amor de secundaria; bebí tequila terapéutico gracias al financiamiento de
Gonzalo (juro que te voy a pagar); y amé como siempre los DJ sets (jaja, "DJ sets") de Jorge Pedro y Dorian, además de sus atuendos y su actitud rockstar en la tarima.
Agradecimiento especial a Falconi y a
mi mamá quienes amablemente se despertaron en la madrugada a ayudarme con lo de la cancelación de mis tarjetas.
***
II.
Extraño mi pelo:
Pero bueno, vuelve a crecer.
***
III.
Ayer, 678 calorías después, terminé el nuevo de Paul Auster.
(¿qué tal mi foto en la que hago como que estoy leyendo?)
Ay, pinche Paul Auster. Lo quiero y le perdono todo. Sus libros siempre me entretienen mucho y me ponen de buenas –salvo los que no, como, ay, no me acuerdo cómo se llama, una que es sobre su papá.
La historia de
Un hombre en la oscuridad en realidad son dos. Primero, ahí tienen a Brill, un escritor y crítico literario rucón al que le va de la verga: su esposa se acaba de morir, perdió una pierna en un accidente, a su hija la dejó el marido, a la nieta se le murió el novio, y para colmo él padece insomnio. En las noches, para no aburrirse, se cuenta historias. Y una de ellas es la segunda del libro, que trata de un güey que despierta, sin deberla ni temerla, en una gringorealidad paralela, donde en vez de Irak y el paulatino desmoronamiento del imperioooo que nosotros vemos en la tele, tienen guerra civil. Tons el güey, que se llama Brick y es mago (¿así o más cliché austeriano?), amanece metido en esa realidad extraña, y le informan que él es EL ELEGIDO para matar AL CULPABLE de todas esas mamadas, o sea, al güey que se las está imaginando, o sea, Brill.
¿Qué tal? La idea está bien buena, y la verdad es que empieza de poca madre. Y luego, ps no es que se caiga, pero como que a Auster ya le da hueva la historia "imaginaria", y la mata de un plumazo (sí, una vez más hace honor a su fama de ser pésimo con los finales). Se sigue con la vida familiar del Brill, el escritor sin pierna, y ps está linda y tiene un final mucho mejor, peeeeero aun así te sientes como que malcogido. Ay, pero bueno, Auster no es famoso por la redondez de sus libros, sino todo lo contrario.
Además está chido todo el elemento chairo y antibélico
gooooei. No, de verdad, sí se te trepa el chairo.
Y ya. Recomendado. Démosle... tres plaquestrellas y media.
¿Cuál me leeré hoy?
Etiquetas: fiestón, filosofía de la vida, lecturas de gimnasio