Todo es culpa de Metallica
Pero cómo ven que no alcancé a cruzar la calle porque un Beetle beige me atropelló.
Me caí al piso, puc, como en la tele.
Lo primero que pensé: A huevo, lo voy a postear.
Lo seguno: No mames, mi computadora casi no se golpeó, qué bueno.
Lo tercero: Auch, ¿estaré bien yo?
Lo cuarto: Seeeé, mira, hasta me puedo levantar.
Y entonces se bajó del auto una chica guapísima, amabilísima, preocupadísima. La mejor automovilista que pudo haberme atropellado. Y yo me morí de pena porque todo había sido mi culpa por cruzar la calle por donde NO debía, papaloteando y viendo para donde NO debía, pensando en lo que NO debía (Me-ta-lli-ca). Y entonces:
Chica maravilla: ¡Perdón, qué pena! ¿Estás bien?
Yo: ¡Perdón, qué pena! ¿Estás bien? Yo sí, yo como si nada, mira cómo camino, pasito-pasito-auch-auch.
Chica guapísima: Oye, pero te llevo al hospital, ¿no?
Yo: No, estoy bien, no te preocupes.
Chica guapísima: Bueno, ¿pero a dónde ibas? Te llevo...
Yo: Al Mixup a comprar boletos de Metallica.
A ver. Acabas de atropellar a una muchacha zarrapastrosa y ella te pide que la llevas a comprar boletos para ver a una banda decadente y pasada de moda. ¿Qué pedo conmigo? ¿Cuándo maduraré? ¿Ni siquiera por consideración le pude pedir que me llevara al doc? Me paso de lanza, de veras, soy la peor víctima posible.
Por otro lado, lo ideal hubiera sido que Chica Maravilla atropellara a un guapo muchacho, el cual habría quedado automáticamente enamorado de ella, y entonces: arjonismo. Pero no, pésimo tino de Arjona-Todopoderoso-que-todo-lo-mira (quihubo mano, ponte las pilas, ¿te imaginas la rola del atropellado-enamorado?). Ni modo.
Total que llegué al Mixup y mi mamá me informó vía mensajito que ya había comprado boletos y unas guías Ticketmaster por accidente (esos cerdos) y yo vi que estaba bien larga la fila y dije: no, ps mejor sí me voy al jóspital. Así que agarré un taxi que me botó ahí a dos cuadritas en la Cruz Roja.
Y qué bárbaro qué buen servicio. Aunque no tienen computadoras, qué bien te tratan qué bien te atienden qué aparatos tan padres, al menos para cosas sencillitas como un atropellamiento menor. Al cabo de media hora y un par de radiografías, me dijeron: señorita, usted ni tiene nada, pero igual le vamos a poner una férula para que le sane más de volada el golpe.
Con pata de palo me dijeron: vístase. Y yo batallé como nunca para embutirme el pantalón en la pierna mala, y sufrí terriblemente intentando ponerme un calcetín. Y al fin me retiré cojeando sonriente y no me cobraron ni un quinto y yo sentí unas ganas locas de donar mis 41.50 pesos a la colecta de la Cruz Roja (porque era lo único que llevaba, el poli que guardó mis cosas los contó) pero me salieron con que ya había acabado, así que pensé: nomás que tenga varo sí doy.
Mi mamá bajó del cerro para prestarme un bastón ortopédico especial, pero, ¿por qué no?, trajo el del lado derecho en vez del izquierdo, ¡toing! Tons andaba yo coja en la calle y ella cargando el bastón y yo me imaginé las habladurías de la gente: Mira a esa señora malvada, su hija está inválida y ella que no le presta el bastón. Jujuju qué risa.
Luego le amarré unos pañuelitos acolchonados al bastón para que no se sintiera tan gacho que fuera del lado incorrecto, y me fui al concierto de Kusturica a bailar y brincar con una sola pierna, tra la la la.
Y ya.
Moraleja: Muchachos, crucen en las esquinas, no a la mitad; miren para los DOS lados de la calle, y de preferencia eviten la avenida Ejército Nacional. Y si se le van a aventar a un coche, por lo menos que sea un potencial arjonismo.
Fin.
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