En mi paupérrima primaria-chocita de tabicón peludo*, lo más normal era ser un niño maltratado. Mis compañeritos simplemente
no podían creer que mi mamá nunca me hubiera puesto una putiza. Yo me indignaba profundamente, odiaba con rabia a las mamases obesas de delantal cuadriculado y pelos permanentados y güeriteñidos que iban por ellos a la salida, y a los papases que nunca vi pero que me imaginaba bien pinches feos y de camisetita grasienta. Les deseaba lo peor, me regodeaba imaginando sus justas descuartizaciones lentas y dolorosas, con el sadismo brutal que sólo los niños pueden tener -luego se nos quita, por lo menos a mí.
Los métodos para castigar a mis compañeritos variaban. A una chava llamada Milagros no sólo le tenían
estrictamente prohibido leer cualquier cosa que no fueran sus libros de texto gratuitos de la SEP, sino que la agarraban a cinturonazos. A otros les pegaban con "el cable", y llegaban todos marcados. Había un pobre niño chorreado al que le tocaban las clásicas quemaduras de cigarro. Y a los que les iba bien les tocaban madrizas estándar, a mano limpia.
Pero había un sistema de tortura que se me hacía bien pintoresco. A una niña le ponían una tortilla caliente, recién retirada del comal, en el brazo. Le dolía como la chingada, pero las quemaduras nunca pasaban del primer grado, porque a los dos días la piel ya estaba curada y lista para un nuevo tortillazo. Uf, "menos mal". Además supongo que, acto seguido, se comía la tortilla con frijoles. Y luego por qué la gente se hace masoquista.
Ah, ¿y las maestras qué hacían al respecto? Pues OBVIAMENTE nada, sólo tratar como mierda a los niños más "problemáticos", que OBVIAMENTE eran los más madreados. Viejas pendejas.
Chale, pinche post tan "en serio". Pero me acordé y tuve que escribirlo.
Próximamente: posts crítica-social-free.
*Para quienes tuvieran duda de cuál es el tabicón peludo, les presento una fotografía a continuación:
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