El otro día en mi clase de inglés, mi veintiúnico compañerito -un güey genérico, de esos de edad, condición social y personalidad indefinidas- estaba relatando una historia, cuando de pronto detuvo, casi en seco, su atropellada angloparlancia. Empezó a gesticular y, titubeante, preguntó:
how do you say... hhmmmm.. *más gesticulación*...
así... morenitos? (sic).
"Morenitos".
MORENITOS. ¿Qué tal la agresividad visual, eh? El diminutivo, a manera de eufemismo, hace que la palabra suene innecesariamente grotesca, se convierta en un enredo bien tonto de connotaciones, y que uno ya no sepa ni qué pensar. Especialmente cuando quien la dice es "dark skinned". (pérense... ¿sí se dice así? Noh, esto amerita un paréntesis sobre las clases de idiomas "políticamente correctas". El siguiente post versará sobre ello.)
"Negritos", "chinitos", "japonesitos". No me ha tocado tener colegas pertenecientes a minorías raciales, pero estoy segura de que si en clase alguien dijera "provincianitos" medio salón se le echaría encima. "Ay, es que es...
veracruzanito." Aunque eso sea mera suposición -nunca he oído a nadie hablando con semejantes términos-, "provinciano" no es una palabra que se pueda usar tan a la ligera... luego los tapatíos andan haciendo patria matando
chilanguitos que osen usarla inapropiadamente.
En la escuela, los compañeritos ("compañeritos" no como eufemismo, sino en afable tono despectivo. Lo que termina siendo una enredada forma de peyorativo endulzado: también un eufemismo. Bah. Pinches compañeritos.) se ponen de colores al momento de referirse a "las clases menos favorecidas". "A
esa gente... le gusta... pues así, la música grupera y eso..." ¿A poco no suena incómodo? Los del área de publicidad sufren cuando les toca como tema de exposición "los dirigidos por la necesidad" según la clasificación mercadotécnica. Los de producción tragan saliva cuando tienen que definir al target de su comercial de refresco como
las clases populares.
Me imagino que en Política y Sociología ocurre un fenómeno parecido cuando los chairos, con la culpa que sienten por ser
RICOS (mayúsculas dramatiquísimas) atorada en el pescuezo, hablan de las malévolas clases altas y la opresión-contra-los-oprimidos, esperando secretamente que nadie comente sobre el carrazo que los espera en el estacionamiento. (Yo, la verdad, me encontraría en la misma situación. También he de aclarar que en este post
los malos no son los del carro, sino quienes se lo recuerdan al propietario para hacerlo sentir culpable. En mi caso, me evito problemas al no tener carrazo ni padres influyentes que hagan que la burguesía me pese en el salón. Aunque, por supuesto, preferiría sí tenerlos.) (Y otro paréntesis: eso en Comunicación no pasa porque hay puro jodido. Chin, ya me sentí incómoda con la afirmación. Pero ya saben a lo que me refiero. O sea, yo también sería de esos jodidos, ¿no? Ay, basta de justificaciones.)
Vivo a media cuadra del Pro-ciegos. Siempre me han preguntado por qué hay tantos "cieguitos" por mi casa. También hay un manicomio, del que los locos se escapan, y andan sembrando las calles de anécdotas. Cuando son contadas, los protagonistas no son otros que los "loquitos". En la tele, Lolita Ayala y sus huestes ya ni siquiera hablan de "discapacidades", sino de "capacidades especiales" (¿ps qué, convierten en plomo en oro, leen la mente de los estafadores, predicen terremotos y debacles financieras?).
Me gustaría saber qué clase de porrazo te pondría un "manquito" con su brazo bueno si te refirieras así a él. O la forma en que un "esquizofreniquito" reaccionaria al sentirse aludido por semenjante aberración terminológica.
Como bien dije ya alguna vez, hay palabras que no deberían ponerse nunca en diminutivo.