Yo creo que les han de pagar especialmente mal, porque siempre tienen negocios paralelos.
El de mi primaria era muy siniestro. Físicamente era igualito a Hagrid, el de Harry Potter. Tenía un lunar con pelos con vida propia. No sólo se dedicaba a barrer y limpiar las infrahumanas instalaciones de mi escuelita (construida a base de lámina y tabicón peludo), sino que, a la hora de la salida, vendía nieves de limón y pescados fritos, de esos que los-que-sí-han-paseado-por-el-mundo aseguran son igualitos al fish n' chips londinense (pero sin chips). Pero a mí el aciago hombre me veía libidinosamente siempre que me acercaba a él, y me daba muchísimo repelús. Por eso fueron pocos los fishes-sin-chips que le compré.
En la secundaria (sí, la Aneeexa), había uno a quien le decían "el Peter". También tenía un negocito paralelo pa' completar el gasto familiar. Vendía aguas frescas. Guardaba todo el dinero en una charolita, colocada al lado de los enormes tambos de bebida. Una vez presencié cómo se le caía toda la morralla dentro del agua de jamaica, y después la tortuosa tarea de meter la mano en la cubeta para sacar todas las moneditas. Por supuesto, el agua se siguió vendiendo: total, éramos niños biónicos del DF, con sistemas digestivos a prueba de toda contaminación. En otra ocasión, a
Mario le salió un moco en su agua de horchata. Sí, así, de plano, un moco.
En la prepa había dos muchachas bastante guapetonas, que siempre iban muy arregladitas (falditas a la moda, tacones, medias de colores opacos: siempre entre lo fashion y lo secretarial). Pero eran las de limpieza. ¿C-cómo? No sé. Seguramente tenían un empleo de telefonistas o demostradoras de quesos Los Volcanes por las tardes. O a lo mejor nomás se ponían bonitas pa' conseguir marido. O por gusto. Yo no sé, en verdad.
Y ahora, ahora en la universidad, no he encontrado conserjes con personalidad. Sólo un jardinero que es dealer y un lava-coches que acosa a
Niche.