Cristal y Acero
Recordarán al chairo-biólogo me bateó y me dijo que yo le causaba una alergia en la piel. En ese entonces yo quesque "trabajaba" (sin remuneración alguna) en un programa de radio de puro mérol. Se llamaba Hipertensión y era maleeeeésimo. Ps aquella noche del batazo yo había avisado que no iría a "trabajar", pues tenía la ilusión de que el chairo-biólogo me soltara el favorcito y me hiciera mujerrrrr. Pero como nomás ñe, me fui toda cabizbaja a la estación de radio, para entretenerme con algo y olvidar mi ardidez.
Ese día estaban de invitados los de Cristal y Acero. Su líder, que sigue siendo el mismo güey, medía 1.40 de estatura, tenía la mirada vacía y traía siempre una chamarra de cuero con un tigre pintado a mano (dudo que alguno de esos elementos haya cambiado). El vocalista había perdido un dedo en las trajineras de Xochimilco (la reseña completa de la tragedia aquí, aunque con algunas imprecisiones, porque Mario no averiguó bien el chisme y creyó que se trataba del guitarrista). Había otros integrantes que no recuerdo. Y estaba el tecladista, que me tiraba la onda. Yo, despechada y necesitada de alguien que me dijera "reina estás bien guapa", me sentía halagada. Me hizo la noche con sus chapuceros coqueteos.
Un par de veces fui a conciertos de su banda, que se presentaba religiosamente cada sábado en un lugar de mala muerte que estaba ajueritas del metro Hidalgo. Mil veces me fleté esta canción (y digo mil porque los muy guarros la tocaban no una sino dos veces en cada presentación en vivo):
Una noche, la estatua de José Martí fue testigo de nuestros besos, y de la romantiquísima frase que me soltó: "no sabes besar". Yo, obviamente, debí responderle: no no, a ver pinche metalero, tú eres el que no sabe besar, tu aparato estomatognático se siente como un calamar muerto y recalentado en microondas, deberías buscar en el diccionario el significado de la palabra "delicadeza" o conseguirte el especial de "Cómo besar" de la revista Eres. Pero no, porque era yo muy joven y totopa, y entonces pensé: a lo mejor él tiene razón y para esto de los besos sí hay que dominar la técnica del calamar muerto, tendré que practicar más.
Cierto día fui a comer con él a un café de Insurgentes-sur-sur-sur. En ese entonces yo ya sólo tenía ojos para JC, que aún no me pelaba, pero al que yo ya conocía lo suficiente como para saber que vivía ahí no más a tres cuadras de donde yo estaba atascándome una ensaladita de frutas.
En lo que el metalero fanfarroneaba de su infinito conocimiento (¿Sabes con cuántas abdominales quemas la grasa que tienes en esa barriga? ¿Sabes? ¿Sabes o no sabes?), de su indiscutible superioridad (¿Propedéutico en la Nacional de Música yioooo? ¡Por favor! Entré directo al último semestre por mis avanzadísimos talentos, soy el Mozart del nuevo milenio), sus atributos que-dios-le-dio (Sí, parece que me pinto el pelo, pero no, soy pelirrojo natural, y esta nariz nunca me la he operado, es bella de familia, porque... ¿sabías que soy primo de Eduardo Palomo, y que me ofrecieron el papel de Juan del Diablo pero no acepté porque mi única pasión es el mérol?), de sus logros profesionales (Yo iba a ser el nuevo tecladista de Sonata Arctica, les mandé mi demo y fui el mejor del mundo, pero la verdad no quise irme a Finlandia porque hace mucho frío) y de sus posesiones materiales (No traje mi coche porque se lo presté a mi hermano, pero es un último modelo, ¿sabes cuántos caballos de fuerza tiene? ¿Sabes? ¿Sabes o no sabes? ¿Sabes lo que es un caballo de fuerza? ¿Sabes o no sabes?), yo sólo pensaba en aquel hombre que era la razón más poderosa para ir a la escuela, porque ps las clases de Comunicación estaban pinchísimas en comparación con sus ojos color agua puerca.
Despaché al metalero y le dije que ya me tenía que ir porque era largo el camino de regreso a Santa María la Ribera. Muy caballeroso, me acompañó al otro lado de Insurgentes para que yo tomará mi microbús. Antes de que yo me trepara a la unidad "San Ángel x Revolución", el integrente de Cristal y Acero me plantó uno de sus famosos besos a la escargot. Slurp, sale nos vemos bye.
Poquitito después, JC y yo por fin nos dimos nuestros primeros besos, los cuales vinieron a enseñarme que el estilo molesqueño no era el único en el mundo.
Un día le platiqué al entonces dueño de mi corazón sobre la tarde que pasé a tres cuadras de su casa en compañía del metalero con pantalones de plastipiel. JC me confesó que, en el preciso instante en que el afamado músico me baboseaba la cara, él iba pasando por ahí, y que al ver la escena sintió así como celos y que mejor se puso las pilas conmigo. ¡Guoooórales con la conflagración del destino!
Por lo tanto, le estaré eternamente agradecida al metalero aquel. Espero que haya encontrado a alguien compatible besísticamente hablando, y que le vaya bien ahora que dejó esa banda a la que, la verdad la verdad la verdad, no le he conocido ni un fan.
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