Trábeje y trábeje

Me gusta cuando amanece y yo sigo pegada a la compu. Me siento productiva. Me siento contenta por todo el café helado que me he empacado (es que no hay gas ni microondas). Me duelen las costillas, ¿no les pasa cuando están sentados por mucho tiempo?

Durante estos encerrones de chamba siempre pienso en lo que vendrá después: veré una temporada completa de Lost, dormiré 17 horas diarias durante una semana, iré a casa de mi mamá y jugaré con la Güera e Iño e Ito, regresaré el gimnasio a leer novelas mientras estoy trepada en la elíptica, me iré a cortar el pelo con la estilista rockstar de María y me lo pintaré de un nuevo color, saldré a las calles a tomar muchas fotos tontas, iré a Pino Suárez a ganarle la mejor ropa a los escenosos de Diario de Fiestas, me pondré al corriente con Hacienda, y para cerrar iré a un cantabar a desentonar rolas de Gloria Trevi y Valentín Elizalde.

Todo eso y más, pero mientras, trábeje y trábeje.

Los guiñoles patrios no tienen nada que ver, pero están poca madre, ¿no?