El otro día me habló por teléfono un chairo chairísimo de mi facultad. Se le oía enojado.
Chairo: Ya vi que subiste tus videos a internet.
Yo: Esteeem... sí, con el ese Google video. Está chido, ¿no?
Chairo: Sé sé seeeé. Pero ya vi que estoy en una escena de
Los chairos. Y no me late. Por favor baja el video, edítalo y vuélvelo a subir.
(muy lógico el proceso sugerido)
Y ps yo, como no sé decir no, le dije: órale pues.
Curiosamente, ese chairo es el mismo de estos posts:
1 y
2, en los que prudentemente cubrí su rostro con el de un afamado político priísta, a sabiendas de la chaira obsesión de mantenerse ocultos y anónimos dentro de cualquier cosa que les suene a medio electroOoOOooónico.
El problema es que yo ni siquiera me acordaba en qué parte de
Los chairos salía. Ya que me fijé me percaté de que su aparición es, ejemm... ¿cómo decirlo? Un-poco-más-o-menos-completamente insignificante. Dudo que los agentes del Cisen lo fueran a detectar con su chairógrafo para archivar sus fotos en la carpeta
TERRORISTAS. También veo difícil que, cuando se lance para candidato a presidente vitalicio del mundo entero, alguien llegue y diga: ¡detengan la campaña! ¡él es un chairo y tengo pruebas!
No, no, iren. Hasta el más elemental libro de superación personal dice que no hay que tenerle miedo a la fama. Vamos, se empieza poquito a poco, échenle ganas, pero por favor no sean tímidos, güirigüirigüiri. Y miren, no me sobrestimen, yo sólo soy una pobre bloguera con un pinchuriento videíto escolar, ¿qué tan peligroso puede ser?
Pueh, pero yo soy muy obediente, tons hice lo mismo que la vez de la foto. Ahora Roberto Madrazo hace una aparición especial en
Los chairos. Pero no se confundan: él no es chairo.
Acá la nueva versión.
Bueno, ¿quién más quiere que lo quite del video? Yo con gusto les pongo la jeta de algún personaje adorable. Nomás que ése lo escojo yo.
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