Plaqueta y ya

Antes "Verde Plaqueta" (aunque todavía es verde); antes antes "Documentando mi pasado, pa' que haya constancia" (aunque todavía lo documento, y todavía es pa' que conste).

martes, marzo 11, 2008

Hoy fui a mi cita para obtener la visa gringa

Desde que estaba en la fila se me trepó durísimo el chairo: te tratan como ganado –y no cualquier ganado: ganado terrorista–; los policías son más groseros que los policías normales, porque además de intransigentes se creen gringos; creyeron que mi Polar era un arma de destrucción masiva y estaban seguros de que en mi bufanda escondía un cortauñas con el que mataría al cónsul.

Luego una mujer oriental que no hablaba ni español ni inglés ni mixteco se enojó porque puse mi huella digital antes de tiempo en la maquinita-lectora-de-huellas-digitales. ¡Pero ps yo no sabía qué me estaba diciendo ni en qué idioma!

Pasé a las ventanillas y vi cómo bateaban a dos personas de forma terriblemente grosera, después de haberles preguntado hasta la marca de los calcetines de su tercer hijo. Me dio espantos. Mi cónsul-verdugo tenía expresión ultrabitchy. Me dio más espantos.

Me pregutó que si ya había ido a los Yunaiteds (y ), que cuánto tiempo llevaba chambeando en mi chamba, que cuánto ganaba. Y luego:
–¿Estaahs tituladha?
–Jijiji... no.
–¿Siguehs estudiandou?
–Jijiji... no.
–Entohncess, ¿comou conseguisteh trhabajou en esa ahenciah?
–Es que... tengo un blog.
–Oh, that's cool!

Y entonces aprobó mi solicitud y mi chairo interno se puso loco porque no conformes con los pinches 130 dólares que cuesta la cita todavía tuve que pagar 55 pesos para el envío del pasaporte+visa a mi domicilio, o seaaaa gooooei.

Pero ya voy a poder ir con los gringos a conocer mis raíces y comer pumpkin pie y celebrar el cincoudimayou y comprar productos light en Gualmart.

Gringos: bigüerrrrrr.

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martes, julio 24, 2007

Pinches cosquillas

De chavita era bien cosquilluda. Y lo sufría muchísimo. Me sentía atacada, impotente e infinitamente estúpida por no poder contener la risa ante semejante vejación. Además arruinaban mi pose de amargueitor... y al mismo tiempo la alimentaban.

Un día, en un ataque-de-risa-que-de-alegre-no-tenía-nada, hice un movimiento abrupto y rompí algo. Me regañaron. En ese momento me di cuenta de que necesitaba ser más fuerte que mis atacantes, y decidí que no volverían a arrancarme ni una pinche sonrisa con esa técnica, NUNCA MÁS.

Bloqueé las cosquillas. El guiriguiriguiri me hacía lo que el viento a Juárez. Ponía jeta. Era yo invulnerable.

Pero hace unos días todo cambió inexplicablemente. No entiendo cómo ni por qué, pero me sorprendí a mí misma riéndome como estúpida y, lo más insólito, disfrutándolo profundamente. Una escena digna de esas películas que odio, en las que siempre hay niños supertiernos y hermosos y pícaros y adorabilísimos que se mueren al final y que tienen madres bondadosas y pechugonas que cantan mientras amasan el pan y también perros semiparapléjicos (o sea, los tienen, no los amasan) que salvan a viejecitos organilleros con hijos perdidos en una guerra terrible de Europa Oriental en la que sin embargo portan una remolacha de peluche que les recuerda el calor del hogar que está lejosmuylejos pero cercamuycerca aquí en su corazón combatiente y que al final pinches películas hacen aplaudir al reputísimo público.

Aun así, lo agradezco. Lo de las cosquillas, digo, no las películas horribles ni que el reputísimo público aplauda: eso debería estar penado por la ley.

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miércoles, marzo 07, 2007

Dos posts en uno

1. Shine On You Crazy Diamond sonaba al fondo. ¿Y yo? Parada en un estacionamiento esperando a unos güeyes.

Hasta aquí la etiqueta sería: nací para perder.

Pero entonces:

2. Corrí corrí corrí y tons entré con las primeras notas de Wish You Were Here. Fum. Sentí súper acá. Si yo no fuera yo, hubiera llorado (pero mi corazón es de piedra y mis glándulas lagrimales de plomo). El resto del concierto lo pasé en un trance del que nomás los gritones de al lado y el fríobrbrbrbrbr me sacaban de repente.

En muchos momentos lamenté esta sola como perro, necesitaba un brazo que apretujar. Pero lo viví intensamente hasta el último minuto, no como los de Reforma, a quienes por ganar la nota les valió madres averiguar lo que pasaba al final:




Gran día, gran noche.

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