Conciertos

No había ido a oír música eslavo-desmadrosa en vivo desde aquel concierto de Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra, en el Salón 21 (que me vale madres que ahora se llame "Salón Vive Cuervo", es como el Estadio Azteca que nunca pudo llamarse "Guillermo Cañedo": el 21 siempre será el 21), hace tres años y cachito.

Me acuerdo que por aquellos días me había peleado con mi novio, y ps yo fui con mis amigos y él con los suyos y yo muy digna "me la voy a pasar muy bien, no lo necesito". Pero entonces, a medio concierto, me di cuenta de que sí quería bailar con él, de que sí lo extrañaba, de que qué mamadas eran esas y de que mi dignidad a-la-verga-punto-com. Entonces lo busqué entre empujones y sudor ajeno y pisotones y codazos, lo busqué y lo encontré -buscándome-, y no fue necesario decir nada, nomás nos abrazamos y nos miramos y bailamos y nos dimos besos y salimos de ahí sonrientotes y fuimos al Hotel Muy y él llenó la hojita de registro con el nombre de Emir Kusturica, jijiji.

Hoy volví a ir a un concierto de música eslavo-desmadrosa: Goran Bregović en la Plaza de Santo Domingo. Estuvo poca madre, todos brincoteando, la lluvia en timing perfecto, la gente buena vibra gooooei, etcétera. Me acordé de aquella noche porque la situación era parecida, así que anduve buscando al güei con el que me había peleado esta vez, para ver si nos reconciliábamos sin palabras necias, nomás con abrazos y miradas y baile y besos.

Pero nunca lo hallé, y él ni me buscó, y entonces cómo.

Me regresé a mi casa haciendo plash plash en los charcos, bien pinche triste.

A veces la historia no se repite.