Guajolohound

Aaaaah, el sueño americano. En Niuoyorcs la basura se recicla, el agua de la llave es perfectamente potable –al menos no hay balones de futbol flotando en los tinacos como en mi edificio–, las galletas de animalitos no tienen forma de mancha sino de animalito y, oh, el transporte público es maravilloso. El metro funciona 24 horas, llega a todos lados, tiene servicio express, casi siempre encuentras asiento, es un hervidero de nuevas tendencias, los músicos que piden lana tienen que hacer casting y son realmente buenos, puedes tomar fotos sin que un gorila llegue a tratarte como terrorista, etcétera etcétera.

PERO a los gringos les sale el cobre a la hora de tomar un Greyhound para salir de la ciudad. ¡Ñññññ!

Como por ái posteé, fui a pasar las navidades (jojo, "las navidades", como dice Iván: ¿para qué queremos más de una?) a Saratoga Springs con mi familia gringopaterna. Los boletos de tren estaban agotados, así que compramos de camioncito. Nos imaginamos que los Greyhounds serían como los Uno, todos pachoncitos y con galletas y cacahuates y refrescos y camiomozas (¿tierromozas?) guapetonas. Pero ñe.

Para empezar, aquí no tienes asiento asignado. Hay que llegar a formarse tres horas antes a veeeer si alcanzas lugar (si no ps te tienes que esperar al del día siguiente). Los camiones van haciendo paradas en todos los pueblos, y si tienes mala suerte, te puedes quedar varado por más de una hora en la central de autobuses de Albany: oficialmente el lugar más deprimente del mundo:

Noooo ps si se ve que sí le echaron ganas a la decoración.

Nada es claro, nadie sabe nadie supo cuándo cómo de dónde sale el camión. Los empleados son groseros y hablan un inglés ininteligible.

Aquí los choferes también toman su polla con piquete.

Los pasajeros son malencarados y odian la vida. Dejan un chingo de basura, los camiones terminan más sucios que los de un grupo de primaria después de haber ido de excursión a las pirámides de Teotihuacán. De regreso a NYC me tocó junto a la versión maligna de Aunt Jemima:

Era malvada y le daba bastonazos a los otros pasajeros. De verdad.

Hace años hice el clásico viaje Pochutla-México en un guajolotero marca Cristobal Colón, y me dije: nada puede ser peor que esto. ¡Me equivoqué!

Nada piorrrr que el Guajolohound.