Pues qué creen. Sí conseguí mi tarjetita con la rola de Titanic.

Me adentré en las calles más profundas del Centro hasta encontrarla. Fue difícil, este año casi todas traen "Para Elisa" o la esa de "tu-ri-ru-ru-ruuuuuu" (sí, claro, era mera). Pero no desistí.




Es más, me compré dos. Pero una de ellas se volvió loca y empezó a sonar sin cesar, abierta o cerrada. Me dio gran bochorno cuando me di cuenta de que la melodía espantosa que me perforaba la oreja mientras veía las babas de las rebajas en Zara (porque claro que fue parte del tour de shopping antidepresivo, sobre el cual haré un post al ratito) venía de mi bolsa. La saqué y la madreé (la tarjeta, no la bolsa) y no se callaba y no se callaba. Muy resistente, como HAL 9000. Al fin logré imponer la fuerza humana ante la de la máquina, y se murió. Fin.

Próximamente: un concurso para que alguien se gane la tarjeta del video, que aún está saludable.