Como estos días sólo me la he pasado lavando ropa (toneladas de ella): más de Durango

El primer día, a mi novio le dio duranguitis (la próxima enfermedad de moda). Sufrió taquicardia y vértigo severo al darse cuenta de que no había NADA que hacer, sólo esperar a que saliera nuestro vuelo… más de 40 horas después. Ni siquiera había McDonald's o Burguer King (Durango: próximo destino turístico aaAaAlterrRrnativo). Sólo un pinchurriento Sanborns que era como de otra dimensión: la distribución de los departamentos era toda laberíntica, completamente distinta de la que conocemos, y ni siquiera vendían té Laggs. En momentos como esos una comprende las ventajas de la estandarización, digan lo que digan (los chairos).

Mi amado sugirió que huyéramos en camión en ese momento, pero dudamos que 15 horas de camino a bordo de un flamante ÓmnibusdeMéxico fueran un buen remedio para sus vahídos.

Así que esperamos. Y esperamos. Y esperamos.

Él consiguió al fin una hamburguesa, servida en pan de pueblo (un milagro, porque allá las hamburguesas las sirven pelonas… y en general hay un preocupante déficit panístico). Yo me alimenté de frutos secos y, a falta de tortas de queso blanco, me comí una de pollo bastante horrorosa.

PERO después descubrimos el maravilloso producto duranguense que eclipsa todas las demás carencias del estado:

¡El incomparable y legítimo alacrán de dulce!